La mesa en el patio,
el café ya frío y el humo del cigarrillo
contrastando con las gotas de lluvia.
El reloj detenido,
nuestras miradas fijas en el infinito
y el futuro llegando con la fuerza del huracán.
La pausa justa,
el momento preciso
y la sensación de haberlo perdido todo, pero con la esperanza intacta.
La desesperación,
las manos en la cara
y los puentes de Munch confundiéndose con cada calle del barrio.
Es momento de irnos,
pero estoy solo, siempre lo estuvimos
y el diluvio que no para.
Y la certeza de estar vivo,
y el aroma del décimo cigarrillo
y el vaso de whisky pero en otro patio, en otra mesa.
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